jueves, 8 de noviembre de 2012

SIN MÁS REMEDIO


Espero que mi hija no sepa nunca lo que es estar en la cárcel, ni despertarte en mitad de la noche,
 sintiéndote sola y desprotegida .
Espero que no sepa nunca cuánto puede llegar a odiarte tu propia madre,
 por no ser igual que ella y no querer seguir el destino que alguien ha fijado para ti,
en el curso de las estrellas.
Espero que crezca sana y fuerte y libre, como las gacelas, a las que nadie ata sus patas,
ni acortan su carrera, porque solo dependen de su velocidad y de su fuerza, en retar al
viento y llegar antes que él, a la meta.
Quiero tantas cosas para mi hija, como todas aquellas que a mi me han faltado… libertad para
ser lo que quiera, camino libre para recorrerlo sin miedo, manos fuertes y corazón valiente,
para modelar el mundo a la forma de sus sueños .
Pero sobre todas esas cosas, quiero respeto... respeto y más respeto, a lo que piense su cerebro y
a lo que sienta en lo más profundo de su corazón.
Porque nosotras éramos como gacelas, ávidas de carreras, cuando retamos a una sociedad que nos oprimía, Therese y yo, amándonos en secreto, creyéndonos intocables por el hecho de estar enamoradas,
en un país, donde bien pronto nos dimos cuenta que el amor entre personas del mismo sexo,
solo puede llevarte a la ignominia, cuando no a la muerte.
Fue mi propia madre la que me denunció, asustada de ver el monstruo en el que se había convertido
su pequeña niña, al sorprenderme besando a la persona a quien mas amaba .
Fue mi propia madre, pero pudo ser mi padre, bien dispuesto a ello, mi maestro o mi hermano,
un pariente lejano o cualquier vecino, que solo presintiera  lo mucho que quería a Therese, lo
que deseaba que mis manos se perdieran por sus caderas o que solo soñaba , noche y día,
con que sus labios y los míos, estuvieran unidos por siempre .
Éramos dos crías locas, ahora lo sé, porque en un país, que era el nuestro, como Camerún,
la homosexualidad, está tan castigada que puede dar con tus huesos en la cárcel hasta por
cinco años, como muy bien pude llegar a saber.
-¿Eres lesbiana?-me decían escupiéndome y dándome patadas , que me derribaban de la silla
donde me interrogaban.
Yo gemía, tan asustada, que llamaba desesperadamente a la misma madre que me había llevado allí con su denuncia.
-¿Seguro que quieres serlo, guarra ?-me preguntaban, mientras me golpeaban , una y otra vez.
Duelen los golpes, pero duele más saberte diferente y acusada, duelen las paredes sucias de la celda,
duele el desprecio y la saña, pero más duele que no te quieran los que debieron quererte, que no te protejan los que juraron que lo harían.
Y cuando los golpes arreciaron lo olvidé todo, el sabor de su cuello sudado, la mirad en sus ojos negros o cómo la quería, mas que a mi propia existencia.
Y terminé por decir que no, que no quería a Therese, que no deseaba mas su cuerpo que el de
nadie nacido, ni por nacer, para salir de allí con vida . 
Y entonces lo decidí, solo fue cruzar el umbral de la puerta de salida, y verme libre con mentiras,
sabiendo que no podría aguantar ya más palizas, ni mas golpes, porque tenía la certeza, que
me daban los morados y la hinchazón en todo el cuerpo, que la próxima vez que entrara, ya
no saldría, y que mi madre lloraría mi ida, pero rezaría, porque en esas mismas condiciones de
desviada y vencida por la vida, no volviera para afrentarla con sus amistades, para ponerla a
ella misma, y a su estatus social, en peligro, por mi necedad y terquedad en sacar lo peor de
mis instintos .
Por eso decidí que me iría de allí como fuera y adonde fuera, para intentar ser feliz con Therese.
Saqué todo el dinero que encontré en mi cuarto, robé los ahorros atesorados por mi madre,
fui, como un ratón, astuto y muy asustado, rebuscando en escondrijos que cualquiera de la casa,
hubiera podido ocultar algo de valor, con el que pagarnos a Therese y a mi misma, el
billete de ida a la libertad y lo encontré, porque mi casa no era pobre, ni mermada por
la desgracia, sino opulenta y lujosa .
Reíamos como niñas, mientras cruzamos millas, sin sentir el peso del viaje, porque
llevábamos las manos unidas y nos mirábamos a los ojos , a cada rato . Pasamos
fronteras y caminos que se nos ocultaban a la maldad, porque el dinero allana
voluntades y frena malos instintos, o al menos, los atenúa.
Pero eso no duró mucho, porque llegamos a la ruta soñada, al principio del sueño
de poder vivir juntas por siempre, pero sin dinero ya para cruzar desde Marruecos, el estrecho.
Así que decidimos que seria Therese quien lo hiciera primero y que yo esperaría a que
mandara por mi, guardando algo para mi manutención, mientras esperaba.
Pero el estrecho se traga demasiados sueños, es voraz y devorador de almas, ese mar
negro y profundo, con abismos infinitos en los que un cuerpo queda sepultado sin
volverse a ver jamás y los patronos de las barcas solo son leones carroñeros que
alimentan al monstruo, con los cuerpos de los locos crédulos y las almas de gacelas enamoradas .
No valieron de nada nuestros besos a escondidas, nuestras manos volando en la despedida,
ni las lagrimas que se tragó el mar, porque nunca volví a ver a Therese.
Cuando pasó el tiempo , sin que nadie me lo dijera, supe que el mar se había hecho
dueño de ella, que, como tantos, su nombre y su historia, pasaría al olvido de los ahogados
o muertos en tierra ajena.
Desesperada, sabía que nada bueno me esperaba ni allí y mucho menos en el Camerún. Por ello,
decidí cruzar como fuera, y acuciada por el hambre y la necesidad, empecé a prostituirme ,
sin sentir nada, porque tenía muerta el alma .
No tardé mucho en recaudar la dolorosa paga que me exigía el patrón de la patera,
porque era joven y vigorosa y aún llorosos y ajados los ojos de tanto sufrir, el cuerpo
seguía siendo elástico y núbil .
Poco tiempo después, supe que estaba embarazada del trasiego rencoroso por la
prostitución y mucho que recé porque mi hijo, en mi vientre, sobreviviera al viaje y
las mareas, al hambre a bordo, a las noche de frío, en las que mas de quince hermanos
de viaje perecieron y fueron arrojados al profundo mar .
Y alguien escuchó mis plegarias porque llegamos con vida , mi preciada carga y yo misma,
a Granada, a una tierra donde nos dieron de comer y refugio, donde miraron mi vientre y
cuidaron mi cuerpo e intentaron salvar lo que quedaba de mi misma , debilitada y casi en la
extenuación .
Ahora que mi hija ha nacido y que reclamo mi lugar en un mundo mejor, para criarla a ella,
me quieren deportar, precisamente, por tenerla a ella, porque dicen que una mujer lesbiana,
no se puede prostituir y mucho menos parir, por amor .
Pero yo les enseño el rostro de mi niña y su nombre, Therese, el mismo del amor de mi vida,
y les digo que sí que se puede prostituir el cuerpo por mejorar tu vida ,sí que se puede soñar
con vivir mejor el resto de tus días en libertad de amar a quien quieras, que todos los días lo
hacen hombres y mujeres en Marruecos para poder cruzar, que lo hacen niños y niñas, que lo
hacen viejos y viejas, y que lo hacen jóvenes gacelas que están enamoradas de un imposible ,
de un sueño en forma de mujer y libertad, al que no pueden, ni quieren dejar escapar.la pintura es de Liliana Barberahttp://pinturaartistica-lbarbera.blogspot.com.es/2010/07/madre-africana.html