Espero que mi
hija no sepa nunca lo que es estar en la cárcel, ni despertarte en mitad de la
noche,
sintiéndote sola y desprotegida .
Espero que no
sepa nunca cuánto puede llegar a odiarte tu propia madre,
por no ser igual que ella y no querer seguir
el destino que alguien ha fijado para ti,
en el curso de
las estrellas.
Espero que
crezca sana y fuerte y libre, como las gacelas, a las que nadie ata sus patas,
ni acortan su
carrera, porque solo dependen de su velocidad y de su fuerza, en retar al
viento y
llegar antes que él, a la meta.
Quiero tantas
cosas para mi hija, como todas aquellas que a mi me han faltado… libertad para
ser lo que
quiera, camino libre para recorrerlo sin miedo, manos fuertes y corazón
valiente,
para modelar
el mundo a la forma de sus sueños .
Pero sobre
todas esas cosas, quiero respeto... respeto y más respeto, a lo que piense su
cerebro y
a lo que
sienta en lo más profundo de su corazón.
Porque
nosotras éramos como gacelas, ávidas de carreras, cuando retamos a una sociedad
que nos oprimía, Therese y yo, amándonos en secreto, creyéndonos intocables por
el hecho de estar enamoradas,
en un país,
donde bien pronto nos dimos cuenta que el amor entre personas del mismo sexo,
solo puede
llevarte a la ignominia, cuando no a la muerte.
Fue mi propia
madre la que me denunció, asustada de ver el monstruo en el que se había
convertido
su pequeña
niña, al sorprenderme besando a la persona a quien mas amaba .
Fue mi propia
madre, pero pudo ser mi padre, bien dispuesto a ello, mi maestro o mi hermano,
un pariente
lejano o cualquier vecino, que solo presintiera lo mucho que quería a
Therese, lo
que deseaba
que mis manos se perdieran por sus caderas o que solo soñaba , noche y día,
con que sus
labios y los míos, estuvieran unidos por siempre .
Éramos dos
crías locas, ahora lo sé, porque en un país, que era el nuestro, como Camerún,
la
homosexualidad, está tan castigada que puede dar con tus huesos en la cárcel
hasta por
cinco años,
como muy bien pude llegar a saber.
-¿Eres lesbiana?-me
decían escupiéndome y dándome patadas , que me derribaban de la silla
donde me
interrogaban.
Yo gemía, tan
asustada, que llamaba desesperadamente a la misma madre que me había llevado
allí con su denuncia.
-¿Seguro que
quieres serlo, guarra ?-me preguntaban, mientras me golpeaban , una y otra vez.
Duelen los
golpes, pero duele más saberte diferente y acusada, duelen las paredes sucias
de la celda,
duele el
desprecio y la saña, pero más duele que no te quieran los que debieron
quererte, que no te protejan los que juraron que lo harían.
Y cuando los
golpes arreciaron lo olvidé todo, el sabor de su cuello sudado, la mirad en sus
ojos negros o cómo la quería, mas que a mi propia existencia.
Y terminé por
decir que no, que no quería a Therese, que no deseaba mas su cuerpo que el de
nadie nacido, ni
por nacer, para salir de allí con vida .
Y entonces lo
decidí, solo fue cruzar el umbral de la puerta de salida, y verme libre con
mentiras,
sabiendo que
no podría aguantar ya más palizas, ni mas golpes, porque tenía la certeza, que
me daban los
morados y la hinchazón en todo el cuerpo, que la próxima vez que entrara, ya
no saldría, y
que mi madre lloraría mi ida, pero rezaría, porque en esas mismas condiciones
de
desviada y
vencida por la vida, no volviera para afrentarla con sus amistades, para
ponerla a
ella misma, y
a su estatus social, en peligro, por mi necedad y terquedad en sacar lo peor de
mis instintos .
Por eso decidí
que me iría de allí como fuera y adonde fuera, para intentar ser feliz con
Therese.
Saqué todo el
dinero que encontré en mi cuarto, robé los ahorros atesorados por mi madre,
fui, como un
ratón, astuto y muy asustado, rebuscando en escondrijos que cualquiera de la
casa,
hubiera podido
ocultar algo de valor, con el que pagarnos a Therese y a mi misma, el
billete de ida
a la libertad y lo encontré, porque mi casa no era pobre, ni mermada por
la desgracia,
sino opulenta y lujosa .
Reíamos como
niñas, mientras cruzamos millas, sin sentir el peso del viaje, porque
llevábamos las
manos unidas y nos mirábamos a los ojos , a cada rato . Pasamos
fronteras y
caminos que se nos ocultaban a la maldad, porque el dinero allana
voluntades y
frena malos instintos, o al menos, los atenúa.
Pero eso no
duró mucho, porque llegamos a la ruta soñada, al principio del sueño
de poder vivir
juntas por siempre, pero sin dinero ya para cruzar desde Marruecos, el estrecho.
Así que
decidimos que seria Therese quien lo hiciera primero y que yo esperaría a que
mandara por
mi, guardando algo para mi manutención, mientras esperaba.
Pero el
estrecho se traga demasiados sueños, es voraz y devorador de almas, ese mar
negro y
profundo, con abismos infinitos en los que un cuerpo queda sepultado sin
volverse a ver
jamás y los patronos de las barcas solo son leones carroñeros que
alimentan al
monstruo, con los cuerpos de los locos crédulos y las almas de gacelas
enamoradas .
No valieron de
nada nuestros besos a escondidas, nuestras manos volando en la despedida,
ni las
lagrimas que se tragó el mar, porque nunca volví a ver a Therese.
Cuando pasó el
tiempo , sin que nadie me lo dijera, supe que el mar se había hecho
dueño de ella,
que, como tantos, su nombre y su historia, pasaría al olvido de los ahogados
o muertos en
tierra ajena.
Desesperada,
sabía que nada bueno me esperaba ni allí y mucho menos en el Camerún. Por ello,
decidí cruzar
como fuera, y acuciada por el hambre y la necesidad, empecé a prostituirme ,
sin sentir
nada, porque tenía muerta el alma .
No tardé mucho
en recaudar la dolorosa paga que me exigía el patrón de la patera,
porque era
joven y vigorosa y aún llorosos y ajados los ojos de tanto sufrir, el cuerpo
seguía siendo
elástico y núbil .
Poco tiempo
después, supe que estaba embarazada del trasiego rencoroso por la
prostitución y
mucho que recé porque mi hijo, en mi vientre, sobreviviera al viaje y
las mareas, al
hambre a bordo, a las noche de frío, en las que mas de quince hermanos
de viaje
perecieron y fueron arrojados al profundo mar .
Y alguien
escuchó mis plegarias porque llegamos con vida , mi preciada carga y yo misma,
a Granada, a
una tierra donde nos dieron de comer y refugio, donde miraron mi vientre y
cuidaron mi
cuerpo e intentaron salvar lo que quedaba de mi misma , debilitada y casi en la
extenuación .
Ahora que mi
hija ha nacido y que reclamo mi lugar en un mundo mejor, para criarla a ella,
me quieren
deportar, precisamente, por tenerla a ella, porque dicen que una mujer
lesbiana,
no se puede
prostituir y mucho menos parir, por amor .
Pero yo les
enseño el rostro de mi niña y su nombre, Therese, el mismo del amor de mi vida,
y les digo que
sí que se puede prostituir el cuerpo por mejorar tu vida ,sí que se puede soñar
con vivir
mejor el resto de tus días en libertad de amar a quien quieras, que todos los
días lo
hacen hombres
y mujeres en Marruecos para poder cruzar, que lo hacen niños y niñas, que lo
hacen viejos y
viejas, y que lo hacen jóvenes gacelas que están enamoradas de un imposible ,
de un sueño en
forma de mujer y libertad, al que no pueden, ni quieren dejar escapar.la pintura es de Liliana Barberahttp://pinturaartistica-lbarbera.blogspot.com.es/2010/07/madre-africana.html