Se levanta un día nuevo, con
presagios de bonanza y calor extremo ,en un cielo turquesa y estático que lo
envuelve todo.Las nubes, de blanco algodón ,decoran un horizonte que se pierde sin saber donde acaba el mar y donde
empieza el cielo.
Es temprano y los sudores y las prisas aguardan tras la salazón que impregnó la noche ,pero aún así, ya , los más jóvenes del Puerto( aquellos a los
que la vida regaló salud y entereza a raudales a pesar de sus buenos setenta u
ochenta años que portan en sus cansadas espaldas ) se dirigen a pasito lento a la playa de la Puntilla.
Sombrilla en mano , silla a
cuestas, gorra, gorilla o pamela ; Con bata o en
pantalón corto, barrigones o escuálidos , con mermas de una vejez que disimularse quiere con ganas y
alegría ,con chanclas o en zapatillas de goma, van a la cita ineludible que año
tras año tienen con la vida.
Algunos siguen sus pasos solos sin mas compañía que la de sus
descalzos pies, porque esa puñetera que es la Canina les arrebató al compañero que mas querían, dejándolos un poco mas solos y un mucho mas
viejos. Pero se repusieron y vivieron para gozar de un verano más sin olvidar al que
se fue, pero tampoco dejándose bambolear por los hilos caprichosos del destino.
Los hay que van en pandilla, alborotadores , con sus risas
y sus comentarios festivos.
Y están también los mas afortunados
, aquellos a los que la vida aun les permite seguir juntos el camino que alguien
trazó en alguna parte para que ellos siguieran ,echándole ganas y animo, entrega
y valentía.
Todos van llegando, orquestados en
silencio y sin director que los invite , al igual que las gaviotas
,que se posan suavemente tras un tímido aleteo en la dorada arena , con caras de reinas perpetuamente ofendidas sin que el viento ( ni el mar ) sepan en que las afrentaron .
,que se posan suavemente tras un tímido aleteo en la dorada arena , con caras de reinas perpetuamente ofendidas sin que el viento ( ni el mar ) sepan en que las afrentaron .
La pasarela de madera- que da acceso
a un mar tranquilo y sereno- se llena con sus andares tranquilos con sus pasos
sabios , con sus arrugas bien llevadas,
transportándonos a un mundo más humano y
mejor donde las horas y los minutos dejaron de importar, donde solo están
ellos intemporales y eternos , como las
mejores baladas.
Asientan sus pocas pertenencias en una arena que nunca es fría y se
van al mar habiendo despojado antes a su alma de sus vestiduras, yendo como llegaron , por parejas ,en grupos o en solitario , y como las gaviotas se ven , pero no se miran porque se reconocen como a iguales , como una roca a otra roca ,como un dios a
otro dios.
Nadan en un cálido mar que los acoge con su tibieza y reposo. En un
mar que vio galeras buscando oro y capitanes que morían por encontrar su
fortuna. Pisan conchas que son tataranietas de aquellas otras que viajaron a
las minas de oro de Guinea, en los vientres fértiles de las Naos . Se cruzan con
pequeñas lisas que buscan su ración diaria de alimento ,al amparo de una playa , libre de redes y de pescadores que las
capturen.
Después pasearan hundiendo sus
gastados pies en la mullida arena, sintiendo en las pantorrillas el frescor de
un agua que activa sus deseos de vivir y ver un verano más y otro y otro. Y con
un poco de suerte (solo con una pizca de suerte ) cruzaran sus pasos con los de
otros amigos que les ofrecerán sentarse a su mesa y a su mantel donde
arrimarán su silla de plástico y su buena voluntad, su apetito y sus ganas para
saborear con aquellos que le sonríen , como al joven de alma que es , a la espera de una tostada de manteca colorá y
un café con leche del termo.