lunes, 14 de noviembre de 2011

NOVAMORTEM


El camino se abre lento, trabajoso, aunque caliente y húmedo.

Mi cuerpo se agita, escondiéndose de la nada que lo espera al final de la luz.

Gritos que desgarran mi piel, identidades que nacen, en la asepsia de un hospital.

Mi cuerpo se agita, los ojos llorosos al acoso de la luminosidad,

que preside el ciego techo.

La boca sin dientes, el frio y el destino incierto, me impulsan a llorar,

a gemir , por el paraíso perdido.

A sollozar, inconsolable, por la paz y amor, dejados a la fuerza,

en aquel Edén del que he sido expulsada, y en el que me sentía acogida en la inigualable inmensidad de un océano de inopia, creado solo para mí.

Me separan de mi esencia, del ser que me lo ha dado todo,

de aquel espíritu confortable y atento, que suspiraba si yo suspiraba,

y que soñaba al igual que yo, con un espacio infinitamente pleno de variabilidades.

La luz me hiere, vislumbró , con la claridad cegadora de un rayo,

la negación material de la realidad que me acecha, que en años postreros me atenazará, con esposas de miedo y muerte, de temporalidades y agonía de certezas, de verdades sin consignas, de muerte en vida y vida sin muerte.

Y me siento sola, me daña, me mata y me estafa, la soledad que me inunda,

la bondad que no llega, la inexistencia de la calidez suprema,

que me allegaba a la vida y que me escondía de la miseria.

Y me siento sola, para mi propia entrega, para enfrentarme a mi propia existencia.

Las hojas abandonaran los arboles, los perros desenterraran viejos huesos,

el sol sacará mellas en las calaveras raídas, la luz nacerá y morirá

cien veces miles, y seguiré doliéndome de una soledad infinita,

de una orfandad de orígenes y compañías.

La blancura cubrirá mi cráneo, primero ralo ,

después, negrura de cuervos maldecidos.

La blandura llegará a mis miembros, antes tersos y activos,

ahora de titiriteros, material renacido, pero en el corazón, seguiré sintiendo la soledad…soledad de aquel primer gemido, de aquella primera separación ,

de aquel primer suspiro.

Y cuando el sol llegue a su cenit, cuando la mano caiga herida por la flecha maldecida, cuando el tiempo se pare y el reloj pierda su antiguo ritmo,

,mi corazón parado, aun renacerá del olvido, para confiarme callado,

su soledad que ahoga, su negación a entregarse al abismo.

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