lunes, 28 de noviembre de 2011

LA ESTIRPE DEL DRAGÓN

Hubo , en los lejanos tiempos ,un dragón que asolaba campos y aldeas. Se paseaba ,por aquí y por allí, provocando el mas grande de los caos y la mas cruenta de las desolaciones. Incendiaba los campos con su fétido aliento y mataba a doquier ,sin importarle a quien , si noble o mendigo, si recién nacido o anciano, si hombre o mujer.

Era tan inteligente y despiadado , que pensaron que sería imposible de vencer , pues aunque los reyes ancestrales se habían aliado para intentar su fin , ni con los mejores guerreros , ni con la élite de sus ejércitos , lograron superar su astucia y determinación. Mas , cierto día , llegó , de un reino extranjero , un asceta, alguien que solo cubría su escuálido cuerpo con una túnica y que portaba , con descuido , un misero zurrón. Los pobladores de aquellas tierras pronto supieron que había sido llamado por el Consejo de Ancianos , muy bien impresionados por sus logros de hombre sabio y negociador.

-¿Pero que podrá hacer un político para solucionar nuestros problemas con el dragón?-se preguntaron , pesarosos , unos.

-No es un político, es un hombre de paz-contestaron otros ,bien enterados.

-¿Y qué podría hacer un hombre de paz, contra un animal tan destructivo como el dragón?-se quejaron ,no flatos de razón, muchos .

Pero el asceta no escuchaba a ninguno , porque iba camino de la cueva donde moraba el dragón y no detuvo sus pasos hasta encontrar el sitio donde aquel dormía un apacible sueño. Llegado hasta ese recóndito lugar, se dispuso a hablar con el dragón, mas antes, soltó la carga de su zurrón ,justo en las fauces ,ya abiertas y dispuestas a tragárselo, del animal.

-¡Maldito mendigo!-le recriminó la bestia-¿es que acaso me has envenenado?-le preguntó, tosiendo sin parar, privado , momentáneamente , de su don de lanzar llamaradas.

-Nada de eso-le contestó el asceta, despojando su cara de la capucha de la túnica-pues solo te he invitado a compartir mi más preciado tesoro

-¿Tesoro?-se indignó aún más el dragón,llorando y sin poder parar de toser , por el mucho polvo que se había desprendido –si no ven mal mis ojos milenarios –aseveró-no es mas que basura y podredumbre lo que ahí atesoras ,pobre hombre.

El asceta, fue escogiendo cuidadosamente entre los muchos legajos y papiros que ahora besaban el suelo pétreo de la cueva y los separó , con el mismo amor que una madre cubría a sus hijos en la anochecida.

-Mira éste-le decía al dragón-mira que ilustraciones tiene este otro-le indicaba-¡oh, éste es de los mejores!-aseguraba-¡no , éste aún más!-continuaba, emocionado.

Y el dragón que nunca había sido tratado así, sin poder salir de su asombro , fue mirando lo que se le ofrecía , y ni uno ni otro se dieron cuenta de cómo pasaba el tiempo ,suave y dulcemente , como solo transcurre cuando dos amigos se encuentran.

Durante mucho tiempo no se supo nada del dragón, mas que de largo en largo era visto sobrevolando capillas o casonas ,donde se decía se guardaban los saberes antiguos, saqueándolas con el mismo afán que antes lo hiciera con las cosechas y las doncellas.

No se preocuparon ni los aldeanos de las cercanías ,ni los lugareños de otras poblaciones , mas que cuando fueron desapareciendo personas de las que nunca se volvía a saber nada mas. No eran jóvenes ,ni hermosas, los que nunca volvían, sino padres de familia ,estudiosos ancianos, gente enferma y principales o vasallos, pues de todo se supo que había...No había nada que relacionase aquello con el dragón, mas la sabiduría popular pronto supo que algo tenía que haber y sin palabras ,pero hombro contra hombro, hermanados como siempre habían hecho cuando algo les afectaba como pueblo ,se acercaron ,hasta la cueva del dragón , a pedirle cuentas .Pero ya no era la antigua cueva del dragón la que allí vieron, ni había olores a azufre ,ni ese tufo característico de los animales ,pues había sido sustituido por papiros y pergaminos , amontonados por cualquier parte, con el olor al papel viejo y nuevo invadiéndolo todo ,con mujeres y hombres, ancianos y niños, sentados leyendo , tantos y en tan gran número , que los del pueblo quedaron asombrados de la mucha gente que allí se escondía ,en un lugar que siempre habían creído tan pequeño .

“Los hijos del dragón” dieron por llamar a aquellos que allí se quedaron para siempre , perdidos entre pergaminos y papiros , y a los muchos que tras ellos, celebraban el encuentro con el conocimiento y la vida a través de unas hojas de papel, a todos aquellos que celebraban el día que el dragón había visto la sabiduría y la bondad gracias al ese hombre de paz, que se llegó a su cueva , gracias a ese asceta llamado Jorge que le regaló la posibilidad de abrir los ojos a la verdad.

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