lunes, 7 de noviembre de 2011

PREMIO ATENEO ONDA Y PREMIO ATENEO DE PATERNA




OJOS DE LLUVIA

Muchas historias se han contado bajos los cielos eternos del desierto, bajo la mirada quieta de miles de estrellas , que ya estaban allí cuando esta tierra era fértil y fecunda , cuando los mares y lagos dulces la recorrían de punta a punta , atravesándola como el filo de una espada de guerra

.De ellas , unas son ciertas , y otras , fruto de la imaginación de unos hombres , que deben luchar contra la magnitud de los elementos , únicamente , para intentar conservar la vida un día mas.

¿Qué otra cosa podrían hacer aquellos infelices, que se ven obligados a sobrellevar un calor que ni los mismos demonios del infierno cristiano soportarían , y que son capaces de considerarse dichosos por encontrar, cuando la suerte les es grata , un agua hedionda y podrida , que ni el mas infecto de los seres vivos osaría probar.?

Qué cosa mas natural sería que uno de estos hombres , llevados a la desesperación por el calor, la sed , el hambre y el acoso de las alimañas , terminara por perder la fe en los hombres, y solo en ese instante, en que ya se encomendaba a la justicia de Alá , en el que confesaba , mentalmente , todas sus culpas y pasados rencores , despojado casi por completo del ultimo aliento de vida , encontrara , la esperanza.

Qué soledad embargaría su corazón de piedra , mientras agonizaba , en su prisión carnal, escondido tras una duna de arena , con los ojos resecos y escocidos por la inigualable fuerza del sol , con la lengua arrastrándole fuera de la boca , en busca de un agua fresca que jamás llegaría a probar.

Su cuerpo , casi desnudo , cubierto de pústulas sangrantes y llagas abiertas a los elementos, estaría presidido por una cúpula mortal de pájaros de mal agüero , que sobrevolarían , casi mecánicamente, su triste estampa, en círculos cada vez mas reducidos, deleitándose, las malas bestias, anticipadamente, con un convite en el que eran invitados obligados. Quien sino estas alimañas henchidas con la sabiduría que les da la naturaleza ,gritándoles desde su nacimiento que sin ellos era imposible concebir aquella fiesta, aquel ágape que se preparaba en silencio, en honor de aquel moribundo, de aquel desgraciado entre los desgraciados, que se perdió en el lago sin olas de las estrellas del desierto.

Qué diríais ,si aquel hombre, mil veces maldito por su suerte perra, encontrara ,cuando no lo esperara ya, cuando había desesperado de todo y de todos, la hospitalidad, la bendita hospitalidad que todo aquel corazón que se precie de haber sobrevivido al desierto sabe que existe entre aquellos seres ,nobles, que lo pueblan, y que quizá, solo gracias a esas normas que han sobrevivido a generaciones enteras, puedan seguir conservando la vida.

Qué diríais ,si en aquel momento de esperanza, de sosiego después de la tempestad, de absoluta calma ,disfrutando de la comodidad de una lujosa jaima a la que lo conducirían en semiinconsciencia unas manos amigas ,lograra ese infeliz naufrago de la vida ,sobrevivir incluso, al acoso mas cruel del destino, la locura. Qué pensaríais cuando ,pasados unos días, en los cuales lo atenderían como al príncipe que nunca había sido, deseara agradecer sus múltiples atenciones, y enterándose ,por labios de una criada, de que el señor al que debía su vida ,estaba por llegar a interesarse por su salud, decidiera complacer a todos los miembros del campamento con la narración de una historia en la que intentaría devolverles el gran favor de su vida renacida.

¿Creéis que aquellos pasajeros del desierto, aquellos nómadas de la vida misma, no desearían quizás con mas pasión que un largo trago de agua fresca, un sueño que recordar en las largas noches ,en que el viento aullaba perdido y triste, una historia que sus oídos, sus bocas, sus manos y mentes absorberían como lluvia cálida sobre sus vidas resecas de ilusión?

Tal vez, si estuvierais luchando contra los elementos que Ala ha puesto ,allá en los mares de arenas, para probar el corazón de sus seres mas amados, no os sorprenderías de cómo deseaban aquellos hombres, mujeres y niños oír una historia de labios de un narrador. Tampoco seria de extrañar que en aquel campamento no quedara rincón ni sitio, por pequeño que fuera, que no recibiera la buena nueva de que el huésped se había ofrecido a contar una historia, y así, sin precipitación, pero con ese nerviosismo cauto que se capta en el ambiente cuando un acontecimiento esperado, pero tardío, llega a nuestras vidas , todos se irían acercando a la jaima donde el huésped reposaba.

Es posible, que desde allí, los criados ,sirviéndose de una alfombre que elevarían entre varios ,transportaran con sumo cuidado al huésped, seguidos de niños y mujeres con expectación ,hasta llegar a la gran jaima de reuniones donde ya lo esperarían los demás convenientemente sentados y quietos

Podría ser que aquella historia comenzara contándose entre los cuchicheos de las criadas que rodearían a su señora, una figura femenina tapada de los pies a la cabeza, solo con una rendija pequeñísima ,libre de ataduras, por la que se podría vislumbrar la hermosura de un par de ojos de azabache.

Las mujeres, que rodeaban a su ama como gallinetas protegiendo a un único polluelo crecido, recordarían a las palomas alrededor de unas migajas de pan ,todas juntas revoloteando, uniéndose y separándose en un baile continuado, sin olvidarnos que ,desde un rincón, una severa mirada de halcón ,procedente de una vieja criada vestida de negro, se clavaría sobre ellas, reprochándoles ,en mortal silencio, la algarabía festiva que formaban. Y cómo, para dar cuenta a los presentes de su poder, con tan solo un rechinar de sus amarillentos dientes, las haría callar de golpe, entre aspavientos de temor por parte de las chicas, sedimento fresco del orden establecido, al cual habrían llegado tras años de obedecer sin rechistar a las ordenes recibidas, años de socavar voluntades a través del poder del superior sobre aquel, que de sobra, se sabe inferior.

Los críos, apiñados como racimo de dátiles, sin separación preestablecida entre el que en el futuro seria el señor y los que emplearían su vida en atender hasta sus últimos deseos, estarían atentos al narrador ,sentados sobre sus piernas, con los ojos inquietos y brillantes, esperando impacientes el momento en que empezara la historia, pues es sabido que no existe oyente mas fervoroso ni entusiasta que el que no sabe cuando podrá volver a escuchar de nuevo otra historia .También estarían allí , en un rincón lateral , alejados de los demás por un velo invisible ,aquellos criados o esclavos que ejercerían la misión privilegiada de proteger el campamento y a todas las personas y enseres que lo conforman. Pero estos últimos, a pesar de igualar , o incluso sobrepasar , en interés al resto , no abandonarían su posición marcial , ni de vigilancia por mucho que les gustara la historia , pues sabían de cierto ,que la vida les iba en cumplir fielmente ese empeño

Quizás esa historia pudiera empezar narrando como cada una de las criaturas que pueblan los grandes mares de arena , que cubren el desierto , conocen la importancia del agua desde su nacimiento , porque de encontrarla y hacer que dure hasta el infinito , depende su existencia.

En este inicio de la historia se produciría un momento de unión , instantáneo , entre el narrador y los que lo escuchaban , pues todos reirían como de común acuerdo y se complacerían en las palabras escuchadas , ya que las historias en que se reflejaban sus propias ilusiones y penas eran las que mas les gustaban así , el narrador , con su voz elevándose entre las alfombras , las telas , los tapices y los mullidos cojines , intentando competir con el silbar sibilino del desierto, les explicaría como la caravana, una de las mas grandes que se habían visto en muchas lunas, se desplazaba lenta , pero infatigablemente , a través del fino manto de arena que desplazaba el viento ;Los hombres se cubrían los rostros con sus mantos azulados ,imperturbables en sus altos camellos; Las mujeres los seguían con las cabezas bajas , llevando a sus hijos , tras ellas, atados con la fuerza que imprime la maternidad ; Los fardos y el resto del equipaje seria transportado por los esclavos , etíopes en su mayoría , que sufrirían en sus carnes las inclemencias del tiempo , sobreponiéndola como una segunda piel , al dolor siempre presente de su falta de libertad

Bien podrían pensar que Ala había alejado su mirada benefactora de ellos , porque desde hacia mas de seis lunas , allá donde se dirigiesen , fuera al norte o al sur , al este o al oeste , siempre los esperaba agazapado como un asaltante , tras los montículos dorados de arena , un viento que una vez iniciado , los envolvía en la locura de su fuerza salvaje , acompañándolos como un alma en pena , en ese camino que comenzaba a hacerse eterno.

Hacia dos idas que se habían quedado sin agua , y en el desierto ese era demasiado tiempo para que una caravana siguiera adelante su curso como si no hubiera ocurrido nada.

Habían sacado el ultimo tesoro , la ultima porción de agua de vida , ya hedionda y apestando , del buche de los camellos ,que debieron ser sacrificados durante la tormenta de arena .Gracias a ella , pudieron dar de beber a los mas débiles , a los niños y a los enfermos , aunque pareció , que en esta ocasión , el rito de salvar la vida de los hombres a costa de los animales que mas los ayudaban , no era origen de una renovación de vida , como había ocurrido tantas otras veces ,sino que ahora , flotaba en el aire un temor oculto , un tufo de fatalidad o tal vez , solo un débil presagio que les decía , saliendo desde lo mas profundo de sus huesos , que si pronto no encontraban un pozo lleno , donde extraer el agua que tan ansiosamente necesitaban, estarían perdidos , definitivamente perdidos. El Rachid Hadmed El Bahari , jamás se había perdido en el desierto , era capaz de seguir un rastro sobre las piedras y a través de las mismas estrellas . Siempre había sabido encontrar el destino final de los pozos henchidos de agua , que habían surtido de vida a su familia durante generaciones , como si tuviera los mapas de su posición sobre las arenas , gravado a fuego en su cabeza.

Ahora , se sentía abatido , al estar desorientado por este viento tenaz y traicionero , que le hacia padecer como el hombre mas infeliz de la tierra , con la certeza de estar abocado , si Ala no lo remediaba , a ver morir a su familia de sed , y perder todo aquello , por lo que sus antepasados había luchado tan duramente , mano a mano con la fatalidad propia del desierto.

Por eso permanecía en silencio , con la mirada perdida , en el horizonte de aquel cielo sin estrellas , abatido por la imposibilidad de descifrar un rumbo cierto , aplastado por este cielo mil veces contemplado con orgullo y pasión por el Rachid , que ahora lucia desdibujado como a través de un tamiz , a causa de la bruma que formaba la arena en constante movimiento.

Sus temores eran solo suyos , nadie los escucharía ni los compartiría , pues el Rachid era el hombre mas callado que hubiera pisado la arena del desierto . Es sabido , que los señores de las arenas , se enorgullecen de ser parcos en palabras y explicar sus sentimientos con acciones , pero el Rachid llevaba estos principios al limite , habiéndose dado el caso de que su propia esposa , tras celebrarse sus esponsales , no volvió a escuchar palabra salida de sus labios , mas que para dar una orden seca a los criados o para responder con monosílabos a sus constantes preguntas.

La joven mujer , sintiéndose perdida y asustado por lo que consideraba el desamor de su reciente esposo , ya se disponía a abandonarlo , con la consiguiente deshonra , que ello conllevaría para su familia y ella misma , cuando el Rachid , con solo un gesto entre autoritario y burlón , la condujo a sus aposentos.

Tras esta noche en sus brazos , ninguna duda volvió a anidar en el alma de Rasmira con las quemazones del desamor ; su corazón valiente había luchado por el amor de un hombre noble y salió vencedor. Las arenas del desierto fueron testigos de esta victoria que despojo a la mujer de la coraza que le había robado la vida , sin saberlo , provocando , con su nacimiento , la amargura que solo el desamor puede depararnos.

Desde aquel momento , no hubo un instante de silencio entre sus corazones , ni distancia entre sus pensamientos , como dos almas unidas mas allá del tiempo o las palabras , el Rachid y su joven esposa Rasmira , se comunicaban como solo sabían hacerlo las criaturas de Ala , con la verdad de sus corazones , dejando hablar su alma inmortal y acallando las inútiles palabras que inventaron los mortales . Ella , aprendió a interpretar cada uno de sus gestos , cada uno de sus múltiples silencios , como el brillo secreto de sus ojos negros , o la dulzura y generosidad , que se encerraban en el alma del Rachid.

Por ello , fue ella la única , que después de vagar mas de veinte años , allá donde los conducía la sabiduría del Rachid ,comprendió , al instante , la tortura por la que pasa a su alma ; fue ella la que sintió , como si su propia carne la padeciera , la crueldad que le imponía el destino , al saber interpretar la amargura que desprendían los ojos del Rachid , intuyendo el fin desgraciado de todos aquellos que dependían de el. Nadie mas que ella , sabia los pensamientos que aleteaban como cuervos traicioneros en la mente de su esposo , ningún otro comprendería , viéndolo altivo e imperturbable en su camello , el dolor que podía llevar escondido su corazón.

El Rachid dudaba de todo ; dudaba de su capacidad como jefe , dudaba de haber perdido la sabiduría para leer un rumbo en las estrellas , y dudaba de que ese viento de los infiernos no acabara mas que al llevarse con él el alma de todos los integrantes de la caravana.

En las noches de luna llena , circulaba un rumor entre los muchos esclavos que nacían y morían , dejando su huella , en el rumor constante de vida de las caravanas . Un rumor se transmitía como la pólvora seca tras serle prendido fuego , de campamento en campamento , de esclavo en esclavo , de viejo a joven , creciendo y fortaleciéndose con la seguridad , de aquello que conoces de bocas de quienes mas temes y respetas . Ese rumor aseguraba que de la sangre de los esclavos vertida a las arenas del desierto , había nacido un vengador , un ser mitad monstruo , mitad viento y sol , que se complacía en destrozar caravanas completas , con su acoso sin limites , para así suministrarse nuevas almas a las que esclavizar en las entrañas de las arenas calientes

Rasmira sabia que esas historias que el Rachid y ella misma habían oído junto al fuego de niños rozaban ahora , inconscientemente, el pensamiento confuso de todos ,aunque , afortunadamente , aun nadie las había relacionado con los rumbos perdidos , ni con la infructuosa búsqueda de agua . Pero de seguro , pronto lo harían , alguno de los esclavos o la mirada asustada de las chicas , prendería el fuego que alimenta el terror , y entonces , si que estarían perdidos , entonces , si que ni la magia eterna del desierto conseguiría salvarlos de morir tragados por la insaciable voracidad de las arenas calientes , perdidos en su propia locura y desesperación.

Rasmira para prevenir mas que probables incidentes posteriores , tomó la determinación de mostrarse mas fuerte y decidida que nunca , con una entereza que estaba muy lejos de sentir , y así , después de un día agotador , de lucha constante contra el calor , la sed y el viento , llegado el frío del atardecer , ordenó una vez mas , igual de fría e inaccesible que en los veinte años pasados , montar el campamento . Esperando al amanecer , que tras las suplicas constantes a la bondad de Ala , Este se compadeciera de ellos y les enviara una aire cargado de lluvia, que borrara para siempre aquella malla tupida de arena ,que los envolvía causándoles lentamente la muerte.

La violencia de ese viento asesino , hacia que los pequeños granos de dorada arena , tantas veces admirados por los habitantes del desierto y acariciados como un tesoro por las manos de sus mujeres , se convirtieran ahora en pequeños proyectiles capaces de dañar a personas y animales , causándoles , incluso , la muerte.

A causa de esta maldad personificada en dorada arena , en el tiempo transcurrido desde que empezó , habían perdido tres camellos , cuatro cabras , además de dos esclavos asustados y extraviados para siempre , por no seguir las sabias indicaciones del Rachid, que obligó a cada uno de los integrantes de la caravana a atarse entre si y a los camellos, para no perderse entre la niebla dorada que escocía los ojos con mas intensidad que el calor del sol y que hubiera sido capaz de tragarse a un ejercito de guerreros con su voracidad insaciable . A mitad de la noche , Rasmira , la esposa del Rachid , aun no había podido conciliar el sueño , escuchando los aullidos fieros del viento , en contraste con la respiración agitada de su esposo , dormido a su costado . Desvelada , lo miró durante unos minutos y comprendió, como propio, su dolor al no poder luchar contra unos elementos que siempre habían sido sus aliados y amigos.

Los hombres de las arenas saben ,en el mismo instante de su nacimiento, lo difícil que es la vida para aquellos que tienen que combatir al sol y la falta de agua , pero asimismo ,intuyen, que por ello, solo algunos de entre los miles de seres creados por la bondad de Ala , son sus escogidos para gozar con la maravilla de su obra , admirando la hermosura de una puesta de sol en el desierto o haciéndose los amos de la libertad de andar por donde hombre alguno, jamas ha osado pisar . Eso lo saben bien los hombres de las arenas , su vida es difícil , pero nunca tanto como para perecer tragados por la furia de un viento ,que levantaba miles de granos de arena a su paso , conduciéndolos hasta una muerte segura.

Cuando esta a punto de cabecear ,con el peso de los acontecimientos batiéndose como guerreros furiosos en su cansada cabeza , escucha claramente el llanto de un bebe . Al principio, piensa que sus sentidos después de la agotadora jornada la traicionan , pero al poner mas cuidado ,repara en que el llanto se repite con fuerza, imponiéndose ,incluso, a la ferocidad del viento

No reconoce en el ,el llanto familiar de ninguno de los niños que forman la caravana le quema como una daga traicionera hundiéndose en su pecho , el latido de dolor que siempre la acompaña cuando echa en falta al hijo que tanto deseaba el Rachid . Antes de que pueda volver a pensar en ello , escucha otra vez , el llanto vigoroso, de lo que aseguraría gracias a sus años de comadrona , ayudando a traer al mundo a los críos que pueblan su campamento , que es un vigoroso varón , casi recién nacido

.Una vez mas ,sin poderlo evitar , piensa en el hijo tan deseado que Ala no quiso entregarles, al mismo tiempo que se levanta con cuidado para no despertar a su señor . Lentamente , se acerca hasta la salida de la jaima , donde pone especial atención , dirigiendo su oído a la zona donde duermen los esclavos, y con ellos , los niños mas pequeños del campamento. A sabiendas de que, en los últimos meses ,ningún bebe ha venido a llenar con la alegría de su nacimiento, la cotidianeidad de sus vidas.

Al sentir la fuerza del viento contra su cuerpo, se ve envuelta en un mágico hechizo que la conduce mas allá de la seguridad del campamento, donde, nunca en su sano juicio, se hubiera atrevido a adentrarse en cualesquiera otras circunstancias.

Las arenas, como dotadas de vida propia, celosas por la intrusión de una mujer en su territorio sagrado, le golpean con fiereza el cuerpo y el rostro, negándose a que un extraño se adentre en el territorio que dominan.

Intenta no caer, ni sucumbir a su violencia, confiando ,casi ciegamente, en que la misma fuerza misteriosa que la ha impulsado a salir del campamento ,en plena noche, con la tormenta de arena descargando toda su furia, la protegerá de sufrir daño alguno. Y como escuchando una suplica elevada al cielo con sus callados labios, suena una melodía celestial, el berrido vital del bebe que la llama, implorando su ayuda para seguir atado a la vida.

Resbaló estuvo a punto de dar con sus huesos contra las arenas varias veces, pero en ese mismo momento que ya caía ,unos brazos alados la condujeron ,de nuevo, al camino correcto, que parecía llevarla hasta el sueños por el que tantas veces había implorado a Ala; el hijo que el Rachid tanto había anhelado en sus veinte años de matrimonio. Ese hijo que tanto daño había hecho a su corazón con su falta, el que la había obligado, amando al Rachid mas que a su propia vida ,a entregarle como concubina a su propia sobrina, a la hija de su único hermano, para que tuviera con ella el hijo que sus entrañas secas se negaban a engendrar.

Subió y bajó dunas que se interponían en la meta que se había fijado, hasta llegar, finalmente, a un recóndito lugar que no consiguió reconocer ,a pesar de haber recorrido el desierto miles de veces.

La zona estaba cubierta de ariscas piedras, grises y negras, que se enfrentaban al cielo, desafiándolo en silencio, con sus puntiagudas esquirlas.

Llegando allí, con el cuerpo palpitando por la intensa emoción, el viento acalló su rugido ,la arena volvió a ocupar su lugar en la quietud del suelo, y el cielo ,antes cegado por la tormenta, encendió con su intensa luminosidad cada una de las estrellas que poblaba su bóveda celestial. La luna redonda y plena , se engalanó con un dorado traje de seda , llevando su luz abajo de esos riscos , descubriendo a los ojos de la mujer, una hondonada mas profunda que el cuerpo de un hombre de pie. Del mismo centro pétreo, emergía la voz alta y vigorosa del bebe que había desvelado su corazón y su pensamiento; el bebe por el que ahora rogaba a la indulgencia y al poder de Ala, para que fuera tan real ,como aquel nuevo cielo plagado de todos los prodigios que el Creador había atesorado en las arenas del desierto.

Fácilmente, podría haberse caído y herir su ya maduro cuerpo ,con las rocas afiladas que custodiaban la hondonada donde lloraba el bebe, también podría haber perdido la vida tropezando y precipitándose al vacío, que ni siquiera la fogosidad de la luna era capaz de deslumbrar. Pero una vez mas, su suerte, su hado mágico, o el destino ese que aguarda a cada mortal en la tierra, la salvó y la hizo llegar con bien al fondo, que ,alabando el nombre de Ala , ahora que lo pisaba y tocaba con sus propias manos ,le parecía aun mas profundo y ciego de lo que en un principio hubiera llegado a pensar.

La oscuridad allí abajo era tan total , que ni un perdido rayo de luna se había atrevido a llegar hasta allí , iluminando el terreno con su luz . Por ello, debió servirse de sus manos, para tocando aquí y allá, descubrir el bulto cálido y carnoso , que escondía el mismo centro de la piedra.

Hasta que salió a la superficie con el cuerpecillo oculto en su pecho , bajo la protección de su túnica , no descubrió que sus manos sangraban abundantemente. Supuso que en la bajada y búsqueda del bebe , sus manos al rozarse con las rocas cortantes ,que defendían aquel escondite pétreo , habían salido heridas sin que su dueña lo hubiera percibido, por estar inmersa en la alegría del hallazgo.

De vuelta al campamento , corriendo y riendo , sintiéndose la mas feliz de la mujeres , no se entretuvo en curarse las heridas , sino que todo su afán estaba puesto en llegar hasta la jaima donde había dejado al Rachid durmiendo y mostrarle al crío que Ala , jamás sordo a las suplicas de sus fieles mas devotos, había tenido por bien enviarle.El Rachid atrapado en las redes de un mal sueño que lo llevaba hasta las mismas puertas de la muerte , se despertó sobresaltado ante los gritos de su esposa .Casi sin entreabrir los ojos ,ya pudo apreciar la sangre que manchaba la túnica de Rasmira , su cara pálida y el cuerpo tembloroso . Y de un salto , el Señor de las arenas, se puso de pie , pensando que los jinetes de las sombras , los bandidos del desierto ,se habían adueñado del campamento, mientras el dormía.

Rasmina ,reía feliz , reía como una loca que hubiera encontrado al fin el sueño de toda una vida , con esa risa profunda ,que sale del sus brazos acunaba un bulto , pequeño y tembloroso , que atesoraba como el mas preciado de los regalos de los cielos. El Rachid creyó volverse loco , sin entender nada , ni comprender la nueva aptitud de su esposa , cuando en todos sus años de vida juntos siempre había sido tan comedida , tan respetuosa y callada. Ya estaba a punto de zarandearla fuertemente para intentar hacerla entrar ,así ,en razón , cuando escuchó naciendo de todas partes , de cada una de las rendijas que rasgaban la jaima, el silencio. El mas profundo silencio que hombre alguno hubiera escuchado , invadiéndolo todo , destruyendo la tormenta que lo había perseguido durante días, la que estaba seguro que lo conduciría directamente a la muerte.

Sin dejar de observar a su esposa por el rabillo del ojo, se dirigió al exterior de la jaima para investigar ese prodigio que estaba ocurriendo. Pudo notar como Rasmina , sonriente y calmada ,l e seguía despacio . Desde la entrada de la jaima ,supo que la grandeza de Ala los acompañaba y se dignaba a mostrarse a ojos mortales con uno de sus muchos prodigios: un cielo plagado de estrellas , con una luna redonda y plena , presidiéndolo , como una reina en su trono . Después de tantas pesadumbres , de estar a las mismas puertas de la locura , apreció aun mas las maravillas con las que el Creador del universo premia a los hombres sumisos recordando la oración aprendida de niño”...Condúcenos al camino recto , camino de aquellos a los que has favorecido , que no son objeto de tu enojo y no son los extraviados...”.Henchido por la gratitud se hincó en el suelo , clavando la frente en una arena , que ahora dormía tranquila, y así calladamente , oró a aquel Dios que tantos dones regalaba a unos humildes siervos , sin notar que a sus espadas su esposa elevaba al bebe sobre su cabeza , ofreciéndoselo al cielo.

La cúpula celeste estaba plagada de estrellas , con nubes blancas de algodón , que desfilaban en comitiva hacia el este , llevadas por una suave brisa, cargada de humedad.

El Rachid, cual perro bien entrenado en el arte de seguir un rastro, que nunca descansara en sus deberes cotidianos , cesó por un instante en sus oraciones para elevar la cara al cielo , comprobando con este simple gesto, que sus instintos como perseguidor de agua no habían desaparecido totalmente , tragados por la desesperación. Sin vacilar, fue dando fin a sus oraciones , agradeciéndole con ellas ,una vez mas , a Ala , la dicha de indicarle un sendero cierto hacia el agua que seria su salvación , terminando con un susurro las oraciones aprendidas de niño ; “El es Dios . No hay Dios sino El . El conoce lo desconocido y el testimonio . El es el Clemente , el misericordioso . El es Dios . No hay Dios sino El . El es el Rey , el Santísimo , el Pacificador , el Creyente , el Presente , el poderoso , el Terrible , el Soberbio . !Gloria a Dios!

Tras ello , con solo una mirada de poder , ordenó a Rasmira que desmontase el campamento , haciéndose cargo ésta , como venia siendo su cometido en los últimos veinte años ,de ejercer la vigilancia y control ,para que todos y cada uno de los componentes de la caravana realizara la función que le había encomendado el Rachid a su llegada

Ya montado en su camello , erguido y con la mirada vagando de aquí a allá , pudo reparar en cómo su esposa cumplía diligentemente los preparativos que el mismo había ordenado ,con el acelero propio de esa situación, en que el campamento aprecia gozar de vida propia , en que las mujeres se apresuraban en guardar los enseres y el trajín tan conocido de los hombres reuniendo el ganado para la larga marcha . Pero asimismo , observó como de la figura esbelta y ceñida de Rasmira emergía una forma extraña , como si su corazón se hubiera engrandecido hasta no caberle dentro del pecho . Junto con la visión de esta insólita imagen , llegó a su mente, como un rayo en mitad de la tormenta, el mal sueño que padeció durante la noche, en el cual toda la expedición moría a manos de los jinetes de las sombras, y creyó recordar, como salida de entre las brumas, la silueta de Rasmira riendo alocadamente, mientras de su túnica manaba sangre.

Cogió fuertemente las bridas del camello para dirigirlo hacia donde se encontraba su esposa con la intención de interrogarla ,arrancando así de su mente confusa, lo que no podía ser otra cosa que los velos cegadores que acompañan al despertar desorientado , tras un mal sueño . Pero en ese instante, su mano derecha , Yiobar , un beduino adoptado por su abuelo ; Un hombre sabio y creyente , que supo sustituir ,a su muerte , el lugar de su padre , en su corazón dolido , sin usurpar el que le correspondería al Rachid ,como jefe de la tribu ; Aquel que lo protegió con su vida de todo mal , le hacia ahora la señal convenida, para indicarle que todos estaban preparados para seguirle, allí donde el tuviera por bien llevarles . Este gesto tan familiar , tan repetido en multitud de ocasiones , lo condujo de nuevo a la realidad , haciéndose cargo de la importancia que tenia para todos aquellos que dependían de el , hombres , mujeres ,niños y animales , que su olfato de cazador de lluvias no fallase esta vez ,y que , como jefe de la caravana, los llevara allí donde las nubes de lluvia descargarían su benefactora cosecha , otorgándoles ,de este modo, el don de la vida.

Seguir a las nubes cargadas de agua era un arte para el que se debía nacer , porque solo un olfato privilegiado podía intuir si la nube ,que se balanceaba coqueta sobre sus cabezas, iba cargada de benefactora lluvia ,capaz de saciar su sed y prolongar sus vidas en ese desierto cruel , o por contra, su vientre rastrero ,únicamente, cargaba un polvo amarillento y seco que cegaría sus pulmones , cercenando sus vidas y sus posibilidades de futuro, en una tierra que no perdonaba los errores

El Rachid sabia ,que aquella nube, redondeada y rebosante ,estaba cargada de un agua pura y cristalina ,que los fecundaría con su caída, ofreciéndoles , los dones que tan celosamente guardaba en su interior . En su persecución, no dudó en recorrer dunas y senderos trazados en la arena por pies invisibles , no escatimó esfuerzos en subir y bajar laderas doradas, en busca del lugar exacto donde esa nube decidiría alumbrar esa agua de vida ,que tanto necesitaban . Ya alli , solo Rasmira, reconoció el lugar como aquel donde había encontrado al bebe . Solo ella pudo hacerlo , porque únicamente sus ojos mortales lo habían visto, desde los tiempos en que esas arenas secas , eran ríos cristalinos dotados de vida propia . Tiempos gloriosos ,en que esas rocas filosas y rasgantes ,eran montañas pobladas por animales y plantas tan diversos en formas y colores ,que ni tan siquiera podían llegar a imaginarlos las mentes mas fantasiosas, .Tiempos felices, en que las laderas y dunas de arena ,eran vergeles del paraíso y mares saturados de existencia.

Solo Ella sabia donde se encontraban , pero no quiso empañar la magia del lugar arrancando una palabra a sus labios, sino que dejó que ese mismo poder creador que a ella la había poseído, llegase hasta el corazón del Rachid, haciéndolo suyo.

Cuando comenzó a caer una fina lluvia sobre sus cabezas ,el Rachid mandó parar la caravana y montar las tiendas , que firmemente sostenidas por sus palos de madera en los que habían tallado incisiones y motivos geométricos contra la mala suerte , enfrentarían cualquier peligro . Sus techumbres de piel de cabra , habían sido embadurnadas en arcilla oscura para aislar el interior de las extremas temperaturas del exterior , los 70 grados del día , y los dos grados bajo cero de la noche . Cuando estuvieron dispuestas , se fueron sacando de todos los lugares , odres vacíos y resecos , cubas preñadas por el polvo amarillento , y cualquier cacharro por pequeño o insignificante que fuera ,que pudiera albergar en su interior el agua que tan generosamente manaba del cielo. Después, cuando desde la saca mas grande hasta el cubilete mas pequeño estuvieron saciados por la bondad de Ala que los premiaba con su gloria en forma de agua de lluvia , el Rachid levantó sobre su cabeza ambas manos , para permitir benevolentemente que hombres, mujeres y niños ,integrantes de una caravana que le pertenecía por entero , gozaran con el prodigio de sentir sobre sus cuerpos la fecunda lluvia.

Era un placer contemplar como los cuerpos y rostros , antes cubiertos por el polvo y la suciedad ,pasaban a convertirse ,por fin , en humanos , perdiendo gota a gota ,la arcillez borrosa que los cubría. El polvo , la suciedad y la miseria del largo camino que parecía haberse pegado hasta mas allá de sus almas , quedaban ahora borrados paulatinamente , gracias a la inocencia purificadora del agua.

Los griteríos de los críos , seguidos de los de sus madres , por la alegría de una vida vertida sobre sus cabezas , elevaban su jubilo al cielo , que los recibía mandando mas agua con que saciar su sed.

Los animales, cabras, camellos y ovejas ,extendían sus resecas lenguas para no perder ni una sola gota de agua ,y los cachorrillos ,nacidos en la sequedad del desierto , sacudían sus pieles de esa intrusión desconocida hasta ese momento , no sabiendo como sus progenitores , por la sabiduría que da la experiencia , que esa sustancia ,l limpia y sin color , les llevaba directamente al origen de la vida.

Rasmira , con el bebe sobre su pecho ,intentaba ayudar en todos los quehaceres ,igual que había hecho desde que entró a formar parte de la vida del Rachid , pero un grito ,procedente de su seno , se elevó en el cielo con fuerza , haciéndola parar bruscamente. El bebe , el hijo por el que tanto había suplicado su corazón, lloraba con dolor , debatiéndose con fiereza , intentando liberarse de la cobija en que ella lo había envuelto con tanto amor . Sintiendo ,como solo es capaz de hacerlo una madre , en sus carnes su dolor y su desesperación ,Rasmira lo mas rápidamente que pudo , mostrando su cuerpo plateado a la frescura de una lluvia cálida, que por momentos iba fortaleciéndose . Bajo este manto de agua , cada vez mas espesa, que emergía del cielo , el recién nacido , abrió unos ojos azules como el cielo del verano y levantó sus pequeñas manos , elevando las palmas hacia arriba , como en una silenciosa plegaria ,i intentando recoger agua de lluvia con la que mojar sus pequeños y pálidos labios.

Cuando el crío gritó al cielo , todos cesaron en la actividad que estaban realizando , pues sabían que ningún niño había nacido en los últimos años en la caravana , y no pudieron por menos que asombrarse de que aquel bebe estuviera ,precisamente , en los brazos de Rasmina , la mujer que había sido incapaz de concebir un hijo del Rachid. Tal vez ,su esposo , como dueño y señor de la vida de todos aquellos que formaban parte de la caravana o el sabio Yiobar , siempre tan atento a todo , se hubieran acercado a ella , para informarse del extraño hallazgo de ese bebe , pero antes que nadie tuviera tiempo de hacer un solo movimiento , ya una persona de entre ellos , soltándose de la mano de su madre , se había dirigido ,con paso seguro, hasta donde el bebe continuaba bebiendo agua de lluvia , con la clara intención de descubrir quién era aquel intruso que se colaba de improviso en sus vidas.

Como solo son capaces de hacerlo los niños , con esa naturalidad y tozudez que les son propias , el hijo nacido de la unión del Rachid y Ashia , la sobrina de Rasmira , Abu , con sus tres años recién cumplidos , tiró insistentemente de la túnica de Rasmira hasta que ,ésta, cansada de luchar contra el, llevó al bebe hasta su altura, para que lo viera ,como al parecer era su ferviente deseo.

Abu, de piel canela oscura, y ojos profundos y negros como la noche sin luna ,a pesar de su corta edad ,no pudo dejar de admirar los ojos azules del bebe ,y mirando la cara sonriente de Rasmira ,le dijo en tono de confidencia;

-Tiene ojos de lluvia

En la Aqiqah ,celebrada siete días después, al bebe ,se le impuso el nombre de Hadmed , pero ,a pesar de ser ese el nombre musulmán por el que seria llamado en el mundo en el que crecería y se haría un nombre ,para Abu y muchos de los que después contarían su historia a hijos y nietos, siempre seria conocido como “Ojos de lluvia”.

La vida de la caravana ,aparentemente, siguió su curso normal con la integración del nuevo hijo del Rachid, que fue adoptado con la misma normalidad que años antes lo fuera Yiobar, el beduino que ahora pasado un año del hallazgo de Ojos de lluvia ,y teniendo Abu ya cumplidos los cuatro ,se había convertido en su Marabut ,tutor de gran sabiduría, maestro de gran cultura tanto laica como religiosa.

En ese mismo espacio de tiempo ,el pequeño Abu, ya había recibido su primera lección; Yiobar le había leído la basmala, con las primeras palabras que le fueron reveladas al profeta, iniciándolo así en la devoción a Ala ,su único Dios;..”!Predica en el nombre de tu Señor ,el que te ha creado!....!Predica! El, a su vez, como alumno bien dispuesto e instruido, debería haberlas recitado ante la presencia de su familia que se honraría con ello, felicitándolo y haciéndole variados regalos ,por su inclusión en el reino de los temerosos de Dios.

Pero antes de que Abu, presa del nerviosismo ,al sentir la fuerza de los ojos de águila de su padre clavados en el, pudiera comenzar lo que anteriormente había practicado hasta la saciedad con su maestro ,ya el pequeño y pálido , Hadmed , con voz clara a pesar de tener solo un año, había recitado, sin incurrir en un solo error, las palabras que no le habían sido enseñadas y que nadie pudo entender como había sido capaz de aprender el solo

.Esta fue la segunda vez que Abu deseó ,con toda la fuerza de su corazón, que el niño desapareciera tragado por las calientes arenas del desierto.

La primera ni siquiera recordaba cuando la sintió palpitando muy dentro ,escondida ,en la calidez de su corazón ,porque Abu era pequeño, pero sabia con certeza que su padre no lo amaba, del mismo modo que sabia, sin que nadie tuviera que decírselo al oído, que tampoco amaba a su madre, a pesar de su extremada belleza eso le dolía ,le escocía en el alma, como la mas profunda de las ofensas que hombre alguno le pudiera infringir.

.Ashia, la hermosísima Ashia, considerada entre familiares y vecinos como una de las mujeres mas extraordinarias que hubieran visto jamás, con sus ojos negros pintados ,cuidadosamente, con antimonio y la cara ,levemente, cubierta de polvo de ocre, se consumía de rabia, al no ser capaz de despertar en su maduro esposo, la ternura y pasión, que envolvían sus ojos cuando miraban a Rasmira.

La mujer, sufría despechada y amargada , pagando su odio y frustración con aquel ser que mas la amaba bajo el cielo azul ,Abu, que a su vez trasladaba ese amargor contra quien ,auspiciado por su madre, creía firmemente que era el culpable ,su hermanastro Hadmed.

Ashia, odiaba aquella caravana y aquel esposo que le habían aconsejado tomar ,no por amor o por pasión ,como ella hubiera deseado para así lograr el dominio de su espíritu fogoso sino nacido en la conveniencia de engendrar un heredero que continuase los designios del Rachid en la tierra.

Tras noches en blanco ,revolviéndose sola en su tienda, se asqueaba ,odiando a todo y a todos, al comprobar como el marido que había pensado que cegaría con sus encantos, era inmune a ellos, mientras que prefería ,poniéndola en ridículo ante todo el campamento, a su tía Rasmira, la hermana de su padre :una mujer, que la doblaba en edad ,y que sin su belleza ni sus cuidados encantos ,había sido capaz de interponerse entre ella y un hombre, al que incluso había dado un hijo ,que podría haber deformado su cuidado su cuerpo, y que solo la pago despreciándola, sin acudir a su tienda ni una sola vez mas ,tras consumarse la ceremonia nupcial

Ella sabia, como cualquier esposa musulmana, que su esposo estaba obligada por las sagradas leyes del Corán a respetar a sus esposas con la igualdad y equidad, no favoreciendo a una por encima de las demás . Solo de este modo ,les estaba permitido a los creyentes musulmanes gozar del privilegio de tener hasta cuatro esposas .Ella lo sabia y podría haber acudido a las autoridades y conocidos para que remediasen su situación de despechada ,pero en que posición quedaría entonces,¿no se convertiría ,acaso ,en el hazmerreír de toda la comunidad? Para ella que siempre había estado acostumbrada a los halagos de amigos y parientes ,esta situación era peor que la propia muerte, la peor de la deshonras. Era mas que inconcebible verse obligada a ejercer un papel secundario en la caravana ,principalmente porque la actividad imparable de Rasmira era imposible de imitar ,pero sobre todo porque, aunque no lo reconocería jamás, el estado natural de Aisha era la pereza y dejadez mas absolutas, que la hacían pasar horas enteras tumbada sobre mullidos cojines ,soñando y haciendo conjeturas con los galanes que había rechazado solo para conseguir la proeza de unirse a un hombre mudo y concentrado como el Rachid, que parecía ciego ante los encantos que ella sabia bien que volvían locos a otros hombres ,por ejemplo el jefe de los esclavos Mujad, un etiope musculado por el duro trabajo ,que prefería sufrir mil veces los latigazos de Yiobar para hacerlo volver al trabajo ,antes que perderse una lánguida mirada de Ashia.

Abu era demasiado joven para darse cuenta de que su madre envenenaba su corazón cada vez mas con la envidia que sentía hacia Rasmira y su bastardo, como solía llamar ella ,al niño a espaldas de sus padres. No podía saber que su madre malintencionaba su corazón con historias falsas sobre el amor que le dispensaba el Rachid antes de llegar el niño pálido a sus vidas ,ni podía comprender como las ambiciones de su madre de ser la figura central en la vida del Rachid se habían visto cegadas con la llegada de un niño que amando a su esposa mas que a su vida ,había aceptado como propio, mermando con ello las posibilidades de herencia de Ashia en caso de muerte del Rachid ,tampoco podía llegar a su entendimiento como un hombre como el rachid todo corazón lo amaba sin palabras ,solo veía los logros del pequeño y sentía la sal del odio royéndole las entrañas al recordar el orgullo que expresaba la cara del rachid al escuchar la plegaria en la voz de Ojos de lluvia..

La caravana siempre vagaba de un rumbo a otro, por ello hasta pasado mas de un año no regresaron al lugar donde Rasmira había encontrado a Hadmed.

El rachid, como siempre, guiaba su caravana a lomos de su camello, siendo el primero en cruzar dunas y senderos para llegar al lugar que su mente ya siempre recordaría como el del nacimiento de la prodigiosa lluvia que los salvó de las garras de la muerte .el sabia que la lluvia duro mas tiempo del que solían hacerlo en el desierto ,tanto que incluso los viejos pensaron que pronto llegaría una inundación que segaría sus vidas, pero pasado un tiempo tan sorprendentemente como había aparecido la primera nube en el cielo a las que siguieron otras muchas, desaparecieron dejándolos como faltos de una gloria que por un lapso feliz de tiempo pensaron que siempre les acompañaría. Después de aquello recogieron sus enseres y regresaron a su comercio ,a su vagar constante de un lado a otro llevando sus productos hasta mercados donde los permutarías por bienes que ellos eran incapaces de proveer sede otras manera.

Al cruzar la ultima duna de arena antes de llegar ,el rachid se paro en seco sobre el montículo de arena pensando ser victima de un espejismo ,pues ,el lugar que ellos habían dejado y que era un pasaje rocoso, donde la arena dorada recubría las rocas ,puntiagudas y filosas, que parecían emerger del interior de la tierra, se había transformado en un paraje mágico ,donde docenas de árboles con poco mas de la altura de su hijo Abu ,se mecían aquí y allá al compás de una brisa cargada de humedad que su olfato le decía que tardaría poco en manar agua de su fértil vientre .A simple vista creyó reconocer higueras y palmeras ,junto a otros árboles que sus ojos jamás habían visto y que ,por ello, no podía identificar.

El suelo sobre el que se asentaban confiados era de un verde intenso ,un color tan insólito en mitad del desierto que le hizo estar seguro de que allí vivían espíritus maléficos que esperaban la llegada de la caravana con todos sus miembros para alimentarse con sus almas.

No quiso acampar en aquel lugar misterioso hasta estar seguro de lo que ocurría en aquel lugar misterioso ,prefiriendo situar las tiendas tras los montículos dorados ,que parecían el limite fijado por la sabia naturaleza para acotar aquel extraño oasis, y vigilar lo que sucedía, estableciendo un turno de guardias ,con un control riguroso hasta socavar su secreto.

Se sintió orgulloso de no errar en su olfato de cazador, al observar como una fina lluvia se deslizaba sobre el oasis, bañando los árboles y la yerba de gruesas gotas de humedad ,nutriéndolas ,de este modo, de vida y fecundidad. Si en verdad su corazón se sintió contento al poder presentir esa agua redentora, que estaba seguro también manaba de algún lugar oculto de allá abajo, se lo decía su olfato de cazador de lluvias , y el eco lastimero de los animales ,atados y cegados con vendas para intentar acallar sus instintos que detectaban la cercanía de agua. El Rachid odiaba verse obligado a atajar las voluntades de los hombres y de los animales que estaban a su cargo negándoles el agua que tanto necesitaban y que tan cerca estaba, pero antes de asentarse en lo que a simple vista parecía en el mas grande de los oasis jamás conocido por hombre alguno que se hubiese adentrado en aquel desierto que los blancos llamaban la boca del infierno, tenia que asegurarse de que era lo que parecía y no una trampa de los espíritus sin nombre .Así esperaba pacientemente a que se hiciera de noche y tras ella se renovase el día ,para observar si había cambio alguno trampa que poder desenmascarar.

Y como el hombre aquel que por desobedecer los mandatos de su Dios se vio condenado a privarse de la entrada en la tierra prometida, el Rachid se deleitaba a la puerta de su tienda con esta visión sin atreverse a adentrarse en ella. permanecía en silencio como era su costumbre, sentado sobre sus piernas cruzadas, sobre una alfombra tejida por las pacientes manos de su primera esposa ,tan abstraído en la belleza que lo hechizaba, que no sintió que Rasmira se acercaba a su espalda ,portando un te oloroso y azucarado ,en una tetera que había pertenecido a sus antepasados y que ahora ,gracias a la bondad de Ala ,pasaría a manos de su hijo y de los hijos de sus hijos.

-No se ve la grieta,.....No puede haber desaparecido....dijo ella, casi sin entreabrir los labios, con la mirada fija en el horizonte, después de haber servido a su esposo la caliente infusión

Cuando escuchó estas palabras de boca de la única mujer que amaba sintió, sin saber por qué, un escalofrío que recorrió su espalda con la misma rapidez y sinuosidad que las culebras viajan ,haciendo surcos, sobre las arenas del desierto, pero por mas que su pecho estallaba de impaciencia por saber a que se refería, no dejó a su boca la libertad de indagar lo que tal vez hubiera asentado su espíritu inquieto. Porque el Rachid deseaba saber donde y como había sido hallado el que ahora consideraba hijo de su carne y su sangre ,aquel que en tan corto espacio de tiempo había dado muestra de henchir su pecho con el orgullo de ser su padre. Deseaba saberlo

desde que vio a Rasmira con el bebe firmemente asentado en sus brazos, dando desde aquel momento por hecho que el crío les pertenecía como un miembro mas de la tribu, y siendo poco dado a las preguntas ni a las charlas, nunca indagó lo suficiente para saber con certeza su procedencia, pues lo único que le había importado era que el gran regalo que les había ofrecido Ala por medio del niño que había sosegado el confuso y triste corazón de Rasmira dándole una poderosa razón para reír .El adoraba la risa callada de su esposa, adoraba sus labios formando esa mueca deliciosa, que transformaba su rostro en una imagen celestial . En cada uno de esos momentos en que la veía atender al recién nacido procurándole la mejor leche de cabra para su alimentación y grandes raciones de agua pura y cristalina, que requería con briosos chillidos, el creía palpar en el ambiente la santidad que la familia de Rasmira juraba haber heredado del santón del que procedían. Si porque aunque Rasmira se había a adaptado a la perfección al modo de vida tawarek, como eran llamados por sus enemigos, y hablaba perfectamente el tamashek, como si se lo hubiera enseñado su madre al darle el pecho, ella no había nacido en el seno de su tribu sino en un poblado tunecino donde para sobrevivir los hombres se veían abocados a sacar agua de los pozos, roturar la tierra y sacudir los olivos para que cayeran las aceitunas que mas tarde recogerían las mujeres. De esta cultura venia su habilidad tejedora ,que con el tiempo se había convertido en un arte, cada vez mas admirado en todos los mercados a los que llegaban y que les hacia permutar con grandes ganancias, las hermosas alfombras, por cosas que no eran capaces de proveerse ellos mismos ,como te y azúcar. También de las raíces tunecinas de Rasmira provenía su origen divino ,por obra del santón del que su familia juraba descender.

A los santones, personajes legendarios, se les sabia dotados de la gracia divina o baraka, y así mismo gozaban de la facultad de ayudar a aquellos que les ofrecían velas o incienso en la quietud de su santuario. Cada santón tenia sus rasgos propios, pero aquel del cual procedía la saga de Rasmira era Sidi Ameur, uno de los mas poderosos, por atesorar el don de producir encantamientos, frente a otros santones que solo tenían riquezas u honores.

El Rachid era musulmán, como la misma Rasmira y como todos los miembros de su tribu, y creía en el poder mágico de los santones, pero también sabia del poder que podían disfrutar los espíritus bondadosos o andgelousen, así como el de los demonios que vivían en las rocas y los árboles a apartados y solitarios, reflujo de una época en que los tawarek creían solo en aquello que veían ,y lo que no comprendían, porque se escapaba al orden natural establecido, lo achacaban a obra de espíritus relacionados con el medio hostil en que debían sobrevivir.

No pudiendo conciliar el sueño, decidió permanecer reposando fuera de la tienda con los ojos en permanente vigilia ,fijos en el horizonte, que se le revelaba con la caída de la noche aun mas hermoso que con la fogosidad del sol iluminándolo todo

.Para protegerse de la frialdad de la noche ,se había pertrechado tras el kashabir de lana con franjas de color negro, sobre el que había superpuesto un enorme capote de piel de camello. Bajo ellos, solo cubría su desnudez con los característicos pantalones bombachos de algodón azul y la amplia camisa blanca ,que le sobresalía hasta las caderas, indumentaria propia de los hombres importantes de su tribu. Sintiendo calambres en las plantas de los pies, se libró de las sandalias de cuero, finamente decoradas ,que siempre llevaba consigo, para dar reposo a unos aliados que jamás le defraudaban en sus largas marchas por las arenas del desierto, sobre su fuerte pero rebelde camello, que debía recibir mas de una buena patada en sus flancos, y algún que otro latigazo, para obedecer con presteza las ordenes de su amo.

Se tocó la pequeña bolsa de cuero, que llevaba colgada del cuello, con los versículos del Corán gravados a modo de amuletos y la entrecerró en la fortaleza de su puño ,dándose ánimos para lo que podría llegar .

Por un momento, creyó que tal vez el sueño lo hubiera conquistado con la suavidad de sus brazos ,sin tener consciencia de ello, porque bajo la luna plena, que iluminaba la inmensidad arenosa del desierto, veía bultos en movimiento, que se aproximaban por todas partes en dirección a la verde explanada, que parecía dormir a sus pies. Se restregó los ojos una y mil veces y el resultado siempre era mismo :a cada sitio que dirigía sus ojos de halcón donde miraba, sobre la arena, ahora teñida de luz platino, se desdibujaban formas de animales reunidos en manadas ,acercándose lentamente hacia allí.

Fijándose bien, pudo distinguir rebaños de cabras, de camellos, gacelas, y hasta creyó vislumbrar una leona hembra con sus cachorrillos correteando seguros tras ella. Tentado estuvo, de hacer despertar a todos y cada uno de los miembros de la caravana, para que con sus propios ojos vieran el prodigio que estaba sucediendo, pero razonando desde su soledad, pensó que si estaba equivocado y su mente había empezado a enloquecer, sin el darse cuenta de ello, seria mejor que nadie fuera testigo de ello. Así que, con el corazón emocionado por lo que parecía un milagro a sus ojos, siguió allí, en lo alto el montículo de arena, sin perder de vista los animales que paso a paso ,trote a trote, parecían aproximarse a un común destino con ellos.

Al día siguiente, cuando los ruidos propios del campamento despertaron al Rachid aun fuera ,tendido sobre la alfombra tejida por Rasmina, notó que los animales habían desaparecido, pero, Ala es grande, sus huellas inconfundibles en la arena y cerca del lago, donde abrevaron, atestiguaban que la razón aun permanecía firme en el corazón del Rachid.

También con la luz del día invadiéndolo todo, pudieron acercarse al que comprobaron ciertamente que era un oasis, nacido de la acumulación de agua subterránea que manaba a través de las rocas afiladas ,por la boca de un cono invertido en el interior del desierto, que al contrario que un embudo en vez de derramar agua por su boca inferior y mas pequeña la expelía, aspirándola del centro de la tierra, llenando todo su interior hasta la embocadura máxima con su frescura y pureza.

Rasmira, mas acostumbrada que el Rachid a la agricultura ,humildemente, le pudo indicar el nombre de algunos árboles que él n o conseguía identificar por desconocerlos como el olivo, el ciprés, y arbustos que ella solo recordaba, gracias a las laminas que un día le enseñara su abuelo de un libro de ilustraciones, de lo que le parecieron una parra y un rosal sin flores.

Nadie comprendía cómo habría podido llegar allí toda esa maravillosa vegetación, tan extraña en el desierto ,solamente Yiobar, notable entre los sabios, rectificando la hipótesis del Rachid que creía firmemente que los vientos, ayudados por los espíritus beneficios habían transportado las semillas desde tierras lejanas, aventuró que lo mas probable fuera que aquellas semillas ya estuvieran allí, dormidas, hasta que encontraron el agua necesaria para fructificar. Solo con ella, con su pureza de vida, habían despertado de su letargo y realizado la función vital para la que habían nacido.

Nunca se había visto hombre mas feliz que el Rachid que con este hallazgo que sabia solo pertenecía a la humanidad ,pero que ya por siempre llevaría su nombre por ser su descubridor. Sin notar el paso de un tiempo que era tan feliz, dejaban correr alegremente los días en los que los niños se bañaban en las aguas limpias del lago y las mujeres lavaban y cocinaban con aquel agua de vida que los transportaba a un paraíso donde nunca faltaba a que liquido elemento, aunque es sabido que la felicidad total nunca es permanente y no faltó quien tras las pieles de su tienda, conspirase para traicionar al Rachid, condenando con el a todos los miembros de su caravana, a cambio de la riqueza que se atesoraba allí.

Ashia, astuta como un chacal, vio la posibilidad de librarse del Rachid, de su yugo de indiferencia, de la perfección de Rasmina y de la sabiduría que parecía encerrar el pequeño Hadmed, todo al mismo tiempo, pactando con los Jinetes de las sombras sus muertes, solo a cambio de la riqueza que generaba aquel oasis, que ellos podrían convertir en su fortaleza y refugio .

La codiciosa muchacha, tenia en la cabeza miles de planes, pero el principal ,el que la hacia despertarse en mitad de la noche sudorosa y asustada, era librarse del Rachid y enriquecerse rápidamente, para conseguirlo no permitiría que nada ni nadie se interpusiera en su camino.

Nadie supo lo que tramaba Ashia, mas que el esclavo Mujad, comprado por su belleza y sus promesas de amor, y su hijo Abu, que notaba como su madre ,día a día, estaba mas feliz sabiendo que las vidas de aquellos que mas odiaba estaban a punto de acabar. Pero, por contra, Abu estaba cada vez mas confundido, roto entre la lealtad que debía a su padre y el amor que sentía su madre.

Una noche en que se dilató mas tiempo del debido en dormirse, descubrió como en la tienda de su madre entraba el esclavo negro Mujad, enorme y de tan mal carácter, que era temido por todos menos por su padre y Yiobar ,su maestro, que no dudaba en azotarlo por su indisciplina. Pensando que iba a causarle daño a su madre, estuvo a punto de descubrir que no dormía y abalanzarse sobre el, pero en ese mismo instante su madre ,con el cuerpo descubierto, lo abrazó con impúdica desvergüenza.

Abu había sido bien instruido por Yiobar en las leyes coránicas y sabia que aquello estaba mal, muy mal ,y que su deber inexcusable era informar a su padre, pero aun sabiéndolo, dudaba de entregar a su madre al castigo que de seguro llevaría a aparejado el repudio y el destierro. Por esa vacilación , pudo escuchar como entre los planes del esclavo estaba aprovechar el ataque de los jinetes de las sombras para hacerse el amo de la caravana ,matando, con inusitada crueldad a su padre y a Yiobar .

Abu difícilmente pudo resistir ,el impulso de acudir a su padre con la narración de esa horrible historia, hasta que el esclavo se despidió de su madre ,y varias veces creyó que su corazón galopante lo descubriría, haciéndolo merecedor de la muerte mas cruel, aquella que se dispensa a los espías y soplones. Pero una vez se hubo ido Mujad ,lo venció el sueño, y llegando la claridad del día ,vio a su madre, tan hermosa y buena como siempre lo fue para el, y ante esta visión, dudó de todo lo que habían visto sus ojos y escuchado sus oídos, decidiendo esperar para asegurarse bien, antes que proferir acusaciones tan graves y que tanto comprometerían a aquella que significaba para el , mas que su propia vida.

Los días pasaban entre la codicia de Ashia , que ya se veía dueña de todo el oro del mundo, cobrando tributo por lo que nunca había tenido precio en el desierto, pues los oasis al venir dados por la mano de Dios y no del hombre, jamás son atribuidos a un dueño concreto, sino que aquel viajero, caminante o vagabundo de la vida que tiene la suerte de acercarse a uno de ellos, ya sabe que por el momento, por muy pobre que sea ya tiene asegurada, el agua que necesitara para su supervivencia.

Ella sabia ,después de llevar vagando por esos mares de la muerte mas de cinco años tras su matrimonio con el Rachid, que en el desierto una gota de agua es puro oro , porque de ella depende toda la vida , pero, ¿ y si en vez de una gota de agua, había una fuente inacabable que manaba del suelo, invadiéndolo todo con su fertilidad, haciendo crecer la yerba, las semillas, los árboles ancestrales y toda clase de arbustos, de los que venían a alimentarse y saciar su sed desde parajes recónditos, los mas extraños animales , nunca vistos por un nómada del desierto? . ¿Es que una maravilla así , no valdría mas que todo el oro del mundo?

.Mujad tampoco tenia problemas de conciencia por traicionar al amo que tan bien lo había tratado desde su infancia , y al igual que Ashia , pasaba los días pensando en la fortuna que iba a atesorar y en satisfacer un deseo que quemaba su alma , y que hasta entonces , le había parecido inalcanzable.

Abu , se dejaba engañar por la aparente felicidad que lo rodeaba todo y que parecía combinar a la perfección con aquel lugar magico, que los envolvía en su inocencia. Miraba escondido tras los arbustos a su padre, a Rasmina y a su hermanastro, mientras se reían bajo la sombra de lo que en un futuro serian enormes palmeras capaces de saciar el hambre de una enorme caravana, con sus ristras de dátiles, dulces y jugosos .Se veían felices, tan felices que a Abu le dolió, que lo fueran sin el, que no notaran su ausencia, y en ese momento , si que los odió y creyó que se merecían lo que les iba a suceder. Aunque inmediatamente de nacer, este mismo pensamiento atroz causado por los celos , le hizo estremecerse de terror , seguro en la certeza que se encerraba en su corazón ,de que lo que sabia, estaba en la obligación de confesárselo a su padre, si no quería ser responsable de la muerte de inocentes, pero era demasiado pequeño y estaba demasiado confundido por los acontecimientos para hablar en ese momento de culpabilidad , así que calló hasta que fue demasiado tarde..

En este punto de la historia , el narrador pararía por un instante para mirar a su alrededor y notar , orgulloso , como el auditorio le era fiel , y la solemnidad callada ,que presidía el acto , sin que ningún ruido turbara el prodigio de su voz ronca , batiéndose solitaria por todos los rincones . Solo una vieja criada serviría humeante te, con pasos sigilosos, quebrando la inmovilidad general, por que ni aun los niños, que de sabido es que son tan traviesos e incapaces de estar entretenidos tan largo tiempo ,habrían sido incapaces de escapar a las inflexiones hechiceras de su voz.

Cuando notó fijos todas las pupilas en el , siguió adelante con la historia con voz potente, explicando como la desgracia que teje con hilo negro maldito , propició que antes que Abu pudiera llegar a un acuerdo entre su conciencia y su amor filial , los jinetes de las sombras ,como era su costumbre ancestral , atacaron en mitad de la noche , sin previo aviso , ni tan siquiera a sus posibles aliados.

Abu , pudo notar su presencia antes que nadie , porque desde que el secreto de la traición dormía en su corazón su alma inquieta no le era capaz de reposar tranquilo . Así , tras los pasos cautos sobre la arena que le parecieron en un principio ocasionados por el viento ,pudo sentir con pánico, los gritos de las mujeres ,los aullidos de dolor de los hombres, seguidos del llanto el llanto de los niños .Arrastrándose por la tienda , con el corazón encogido por el miedo, se acercó a su madre , que dormía profundamente e intentó despertarla, pero antes de conseguirlo ya la figura del enorme Mujad se balanceaba en la entrada ,llamándola a gritos .Su madre se tiró de la cama ,asustada, pero con ese orgullo que presidía todos sus actos por muy innobles que pudieran ser. Antes de que llegara al lado del esclavo, este se derrumbó como una montaña asolada por un viento de muerte .Solo entonces pudieron apreciar que de su negra y robusta espalda sobresalía el puño y la mitad del cuerpo de una espada que le había arrebatado la vida .Ashia , por primera vez desde la conocía Hadmed , perdió los nervios llorando y suplicando la clemencia de Ala ,pero cuando la muerte ha soltado sus cadenas nada ni nadie se ve libre de su locura .Mientras la mujer intentaba meter apresuradamente las pertenencias mas valiosas en una saca de cuero , para huir con ellas, tras su espalda se rasgo la piel de cabra que cubría la tienda, por la punzante crueldad de un puñal con doble filo .La mujer gritaba y suplicaba por su vida, implorando aquella sombra esquiva que se cernía ante ella , pero el puñal asesino busco como solo un buen conocedor es capaz de hacer la senda de su pecho , clavándose en el centro de la vida que quería arrebatar.

Abu nunca pudo recordar como logro salir de la tienda ni consiguió acercarse hasta la de su padre , que permanecía en silencio, altiva ante la noche . Busco en ella a su progenitor , pero solo encontró a Rasmira , herida de muerte , con un gran corte en el cuello como un collar de coral , custodiando con la poca vida que le quedaba , un viejo baúl que había pertenecido a su familia . Al verlo aparecer , sus ojos mortecinos se iluminaron con la luz de la esperanza , y con un suave aleteo de su mano le ordeno acercarse .Al estar junto a ella ,sus labios sonrieron ,y el le contó entre lloriqueos que su madre había muerto. Ella lo miro fijamente y le confió unas palabras que se gravarían en su alma;

-Todos moriremos , si es el deseo de Ala , pero tu intenta salvarte y salvarlo a el.

En ese momento , probablemente con las ultimas fuerzas que le quedaban ,abrió el baúl y saco de allí a Hadmed, que se abrazo a su madre ,manchándose con la sangre que manaba de su pecho.

-!Llévatelo ,ahora!,le ordeno la mujer con la mirada ,y Abu la obedeció cogiendo fuertemente a su hermano de la mano y alejándose de allí.

Pensó en adentrarse en el lago y resguardarse en sus aguas hasta que el ataque y bandidaje posterior ,hubieran acabado ,e iba a hacerlo ya, cuando desde detrás de unos arbustos pudo observar como su padre se batía a muerte con el sable y la lanza ,armas rituales entre los nobles de su tribu. El corazón se engrandeció en su pecho al verlo abatir al primer contrincante y a otro que sustituyo al primero, hasta que lo rodearon entre varios, cercándolo como a una fiera rabiosa . Sin embargo , aun en esas condiciones de inferioridad, siguió combatiendo con ferocidad , hasta que le derribaron cosido a heridas.

Antes de que pudiera darse cuenta , sus pies habían tomado la voluntad de todo su cuerpo, llevándolo al lado del cuerpo tendido de su padre ,donde se arrodilló, llevando la mano hasta su frente, llorando con su dolor .Junto a el ,Hadmed de pie , enfrentaba con la rabia impresa en sus ojos azules , la ferocidad de los asaltantes que los rodeaban como chacales hambrientos.

-Llevadme con vosotros ,yo sé hacer lluvia ,se oyó claramente la voz de niño saliendo de la garganta de Hadmed

Los hombres lo miraron incrédulos, empezando a temer a aquel pequeño ser tan diferente a ellos y que hablaba la lengua aprendida de sus antepasados, mejor que sus propios hijos.

El Rachid agonizante ,agarró la túnica de Abu y mirándole con sus ojos perdidos le ordeno ;

-No abandones a tu hermano, permanece a su lado y Ala será uno contigo.

Tras esas palabras ,murió en brazos del hijo que tanto lo había amado y que había deparado con su inconsciencia ,su propia muerte.

Antes que el rastro de las lagrimas se borrara de las mejillas de Abu , los jinetes de las sombras atraparon al pequeño mago, que creían que era Hadmed ,y saltaron a sus camellos , ágiles y veloces ,refugiándose en la noche ,que les era protectora y amiga.

Abu nunca volvió a ver los ojos azules de su hermano ,pero, en cambio, en su lugar , siempre le acompañó la agónica culpa de haber entregado sin luchar a ese ser de corazón noble que dio su vida cambio de la suya.

Vagó por los desiertos en su búsqueda desesperada ,contando siempre con la ayuda fiel de Yiobar , que se convirtió en su segundo padre ,colmándole de atenciones y enseñanzas. Pero, nunca ,ni en los mejores instantes de su vida, recobró la propia estima que se extinguió la noche que traiciono a las personas que mas quería.

El sabio Yiobar ,antes de morir, le aconsejo, dándole un brote de esperanza, que tal vez recobraría la calma de su espíritu cuando volviera a abrazar a su hermano , cumpliendo de esta forma , los designios de sus padres , pero Abu sabia bien que ese empeño era imposible : nadie podía escapar del poder de los Jinetes de las sombras , mas que atravesado por las garras de la muerte.

En los años transcurridos ,Abu había escuchado comentarios sobre un joven de mirada azul y piel pálida que recorría el desierto con una caravana fantasma , que allí donde se asentaba , manaba el agua para ayudar aquellos que mas lo necesitaban, pero Abu no creía en los cuentos de vieja que se forman alrededor de los fuegos durante la noche. El sabia con certeza , que nunca volvería a ver a su hermano, esa era su maldición, su castigo eterno , pena perpetua...

Inesperadamente ,el narrador siente una mano generosa que se asienta placida en su espalda e interrumpe inquieto el final de la historia , aprovechando la oportuna interrupción para limpiar con el dorso de su mano la humedad de sus ojos negros.

Al volver la vista atrás , esperando encontrar a uno de los criados que le ofrecería un humeante tazón de te, que calmar la angustia de su corazón ,ve unos ojos azules que reconoce de inmediato

-Hadmed , Ojos de lluvia , mi querido y buscado hermano , Ala por fin ha perdonado mis faltas , clama el narrador mientras cae, profundamente afectado por la emoción , en brazos del jefe de la caravana.

Cuando despierta, esta seguro de haber soñado ,la historia que ha contado miles de veces, que en tantas ocasiones le han aplaudido ,no puede haberse convertido en realidad ,llevando su dolido corazón al lado de aquel al que tanto ha añorado y buscado. Pero ,nada mas, incorporarse en el lecho , ve sentado a su lado un hombre pálido ,de ojos azules, que le sonríe mientras le da la mano derecha , en señal de hermandad.

Su corazón , salta de la cárcel de su pecho y de sus ojos , como dotadas de vida propia , saltan lagrimas de agradecimiento al Dios bondadoso , que ha permitido al fin , tal prodigio.

Mirando al oeste , donde se encuentra la Meca , dos hombres inclinan sus cuerpos ante su Dios , sendas frentes se apoyan en la calida arena y voces hermanadas se elevan al cielo , recitando , agradecidos ; “ No seáis como quienes , habiendo olvidado a Dios , creen que Dios los ha olvidado a ellos mismos...No son iguales los huéspedes del fuego y los huéspedes del paraíso. Los huéspedes del paraíso son los triunfadores....El es Dios . No hay Dios sino El . El conoce lo desconocido y el testimonio . El es el Clemente , el Misericordioso . El es Dios . No hay Dios sin El . El es el Rey , el Santísimo , el Pacificador , el Creyente , el Presente , ,el Poderoso , ,el Terrible , el Soberbio . ! Gloria a Dios por encima de lo que le asocian !.

Sobre ellos una redonda nube de lluvia escucha sus plegarias , mientras descarga los frutos de su fecundo vientre , llevando la vida allá donde los corazones son igual de limpios y puros que el agua que brota de ella.

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