Hubo , en los lejanos
tiempos ,un dragón que asolaba campos y aldeas. Se paseaba ,por aquí y por
allí, provocando el mas grande de los caos y la mas cruenta de las
desolaciones. Incendiaba los campos con su fétido aliento y mataba a doquier
,sin importarle a quien , si noble o
mendigo, si recién nacido o anciano, si hombre o mujer.
Era tan inteligente y despiadado , que pensaron que sería imposible
de vencer , pues aunque los reyes ancestrales se habían aliado para intentar su
fin , ni con los mejores guerreros , ni con
la élite de sus ejércitos , lograron
superar su astucia y determinación. Mas , cierto día , llegó , de un reino extranjero , un asceta, alguien que solo cubría su escuálido
cuerpo con una túnica y que portaba , con
descuido , un misero zurrón. Los
pobladores de aquellas tierras pronto supieron que había sido llamado por el
Consejo de Ancianos , muy bien impresionados por sus logros de hombre sabio y
negociador.
-¿Pero que podrá hacer un político para solucionar nuestros
problemas con el dragón?-se preguntaron ,
pesarosos , unos.
-No es un político, es un hombre de paz-contestaron otros
,bien enterados.
-¿Y qué podría hacer un hombre de paz, contra un animal tan
destructivo como el dragón?-se quejaron ,no flatos de razón, muchos .
Pero el asceta no escuchaba a ninguno , porque iba camino de
la cueva donde moraba el dragón y no detuvo sus pasos hasta encontrar el sitio
donde aquel dormía un apacible sueño. Llegado hasta ese recóndito lugar, se
dispuso a hablar con el dragón, mas antes, soltó la carga de su zurrón ,justo
en las fauces ,ya abiertas y dispuestas a tragárselo, del animal.
-¡Maldito mendigo!-le recriminó la bestia-¿es que acaso me
has envenenado?-le preguntó, tosiendo sin parar, privado , momentáneamente , de su don de lanzar llamaradas.
-Nada de eso-le contestó el asceta, despojando su cara de la
capucha de la túnica-pues solo te he invitado a compartir mi más preciado
tesoro
-¿Tesoro?-se indignó aún más el dragón,llorando y sin poder
parar de toser , por el mucho polvo que
se había desprendido –si no ven mal mis ojos milenarios –aseveró-no es mas que
basura y podredumbre lo que ahí atesoras ,pobre hombre.
El asceta, fue
escogiendo cuidadosamente entre los muchos legajos y papiros que ahora besaban el
suelo pétreo de la cueva y los separó , con
el mismo amor que una madre cubría a sus hijos en la anochecida.
-Mira éste-le decía al dragón-mira que ilustraciones tiene
este otro-le indicaba-¡oh, éste es de los mejores!-aseguraba-¡no , éste aún más!-continuaba, emocionado.
Y el dragón que nunca había sido tratado así, sin poder salir
de su asombro , fue mirando lo que se le
ofrecía , y ni uno ni otro se dieron
cuenta de cómo pasaba el tiempo ,suave y dulcemente , como solo transcurre cuando dos amigos se
encuentran.
Durante mucho tiempo no se supo nada del dragón, mas que de
largo en largo era visto sobrevolando capillas o casonas ,donde se decía se
guardaban los saberes antiguos, saqueándolas con el mismo afán que antes lo hiciera
con las cosechas y las doncellas.
No se preocuparon ni los aldeanos de las cercanías ,ni los
lugareños de otras poblaciones , mas que
cuando fueron desapareciendo personas de las que nunca se volvía a saber nada
mas. No eran jóvenes ,ni hermosas, los que nunca volvían, sino padres de
familia ,estudiosos ancianos, gente enferma y principales o vasallos, pues de
todo se supo que había...No había nada que relacionase aquello con el dragón, mas la
sabiduría popular pronto supo que algo tenía que haber y sin palabras ,pero
hombro contra hombro, hermanados como siempre habían hecho cuando algo les
afectaba como pueblo ,se acercaron ,hasta la cueva del dragón , a pedirle cuentas .Pero ya no era la antigua
cueva del dragón la que allí vieron, ni había olores a azufre ,ni ese tufo característico
de los animales ,pues había sido sustituido por papiros y pergaminos , amontonados por cualquier parte, con el olor
al papel viejo y nuevo invadiéndolo todo ,con mujeres y hombres, ancianos y
niños, sentados leyendo , tantos y en
tan gran número , que los del pueblo
quedaron asombrados de la mucha gente que allí se escondía ,en un lugar que
siempre habían creído tan pequeño .
“Los hijos del dragón” dieron por llamar a aquellos que allí se quedaron para siempre , perdidos entre pergaminos y papiros , y a los muchos que tras ellos, celebraban el
encuentro con el conocimiento y la vida a través de unas hojas de papel, a
todos aquellos que celebraban el día que el dragón había visto la sabiduría y
la bondad gracias al ese hombre de paz, que se llegó a su cueva , gracias a ese
asceta llamado Jorge que le regaló la posibilidad de abrir los ojos a la
verdad.
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